El mandato de la productividad
Me matan si no trabajo y si trabajo me matan…
Nicolás Guillén
Por Elsa Ponce
Hace unos días mi compañera de nuestra Red de filosofía, María Cisneros dijo certeramente que el arbitrio de mantener la educación del país funcionando, por medios virtuales, se inscribe en el mandato de la productividad. ¿Qué otro principio puede albergar tamaño encomio?
Impresiona que mientras mueren personas, atravesamos en zozobra el encierro y se profundiza el deterioro de miles de economías familiares, desde el gobierno hasta los propios docentes, pasando por técnicos y expertos en educación, se pondere e instruya para seguir adelante con los programas de estudios en todos los niveles educativos. Más aún, que se haya encontrado un modo, disciplinador, por excelencia al parecer, para forzar la teleducación, mediante la promesa de reconocimiento, con puntaje, para quienes emprendan y mantengan las aulas virtuales. Súmese a ello el enorme esfuerzo para maestros y profesores que hasta marzo no utilizaban con la velocidad y complicación que demanda esta modalidad, los insumos cibernéticos. Asistimos al imperativo de la productividad movido por un entrenamiento express para un trabajo igualmente express.
Cierto es que el Ministerio de Educación de la Nación ha anunciado recientemente un convenio entre el Gobierno y el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), que permitirá a los estudiantes de las 57 universidades nacionales el acceso a las plataformas educativas, a través de los celulares, sin generar consumo de datos móviles. Aún no queda muy claro cómo se operativizará, porque algunas unidades académicas están convocado a los estudiantes a inscribirse a concurso para acceder a becas con esta finalidad, lo cual ya delimita la cantidad de beneficiarios.
Nada ha sido dicho aún para los restantes niveles. Mientras tanto los padres en mejores condiciones de acompañar a sus hijos, en las muchas tareas distribuidas por las redes y otros medios, enloquecen con abrumadores plazos y modos de trabajo escolar. La pregunta que no calla es ¿cómo va a abordar el sistema de evaluación a los demás estudiantes cuyos padres no pueden acompañarlos porque están agobiados resolviendo la supervivencia de la familia? ¿O a los adolescentes que viven en situaciones de precariedad?
Me detengo en un aspecto que a no dudarlo en esta página seguiremos tratando, la accesibilidad y gratuidad de la educación superior. Recordemos que en 2019 las universidades públicas hemos conmemorado los 70 años de la gratuidad de la educación superior, oportunidad singular para pensar la formación de grado especialmente, su papel en la historia del país y las contingencias con que ha sido condicionada, mediante diversos modos. Subráyese también que nuestras demandas en 2018 por más presupuesto y mejores condiciones de trabajo en nuestras universidades siguen irresueltas, pero no obstante se ha puesto en marcha sin medar deliberación, una nueva versión de flexibilidad laboral. Por una parte, porque se dobla el tiempo de trabajo para la preparación, desarrollo y monitoreo de las aulas virtuales; por otra, porque que se consumen recursos personales de los docentes y estudiantes para el desenvolvimiento de este precepto.
Ahora fuera de las calles, sin órganos de gobierno universitario funcionando, sin mediaciones gremiales en interlocución con el Estado, nos queda sólo poner en el plano de la ética personal la decisión: dar clases o esperar hasta el fin de la cuarentena. Una u otra decisión pone en la esfera individual un arbitrio que es político, o sea, facultad de la administración general del país. Ante ese dilema cruje otra pregunta ¿por qué reforzar las ya muchas desigualdades socialmente existentes avanzando con el desarrollo del año académico? Particularmente avisto que avanza el imperativo neoliberal según el cual toda vida debe ser útil. No en vano se insiste sobre la cuarentena que atravesamos que “no son vacaciones”.
Por Elsa Ponce
Dpto. de Filosofía, Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Catamarca
1 de mayo de 2020
Producido en el marco de la Red de Filosofía del Norte Grande