Monocorde Belgrano, los diversos Belgrano…
Prof. Jorge Alberto Perea
Muy pronto, en la experiencia de los primeros años de escolarización de cualquier niño y niña de la Argentina, las coloridas imágenes de varones uniformados se vuelven rutinarias presencias en las aulas. A su turno, en cada acto programado por el calendario institucional, un prócer es homenajeado con mayor o menor fruición. Ciertamente, en el esfuerzo puesto por materializar un acto que podrá tener discursos, teatralizaciones y números musicales, se demostrará al escolar y se recordará a sus familiares qué héroe importa mucho más que otros…
Algunos de ellos merecen “únicamente” una frase en el cuaderno diario, otros serán modesta presencia en la pizarra. Tradicionalmente, la efeméride escolar contribuye a inscribir en nuestra memoria una imagen de los distintos integrantes del panteón laico de la República, con una serie de trayectorias morales a reconocer, venerar e intentar, infructuosamente, imitar como ciudadanos.
Para el mejor logro de este objetivo, la historiografía liberal y sus distintas versiones escolarizadas expurgaron a los “patriotas inmortales” y a los “santos de la espada” de cualquier viso de humanidad que fuera contraproducente para el ejercicio de esa “pompa fúnebre” ya denostada por Luis Franco.
Todavía hoy, este gesto solemne pretende caracterizar a muchos de los homenajes que se realizan a Manuel Belgrano por los 250 años de su nacimiento y los 200 de su muerte.
Sin embargo, otra vez, el espectro incómodo de Belgrano escapa a los fastos grandilocuentes. Por imperio del COVID-19, lo que prometía ser “El Año del General Belgrano” -con una serie de aparatosos homenajes públicos a “su intachable integridad y firmes convicciones patrióticas”- se mudó a espacios más reducidos. Y en lo que parece ser una pérdida, quizás se encuentre una inesperada oportunidad de “recordarlo” desde un lugar otro. Volver a pasar por el corazón (“recordari”) a Belgrano, para tenerlo más aquí, con nosotros, en nuestros diversos y conflictivos presentes, llenos de dudas y de errores.
¿Qué sombra módica de Belgrano se invocará en la hora actual?
Una muerte que no es recordada en forma humana es el peor homenaje. Bien lo sabemos en el Norte… aquí, cuando arropamos el dolor por la pérdida de nuestros seres queridos, en los velorios se escuchan bromas y anécdotas sobre los momentos más jocosos del tiempo compartido con quien ha fallecido. Con pesar y risas, se cuenta hasta lo que parece inconveniente. Se exorcizan miedos y se desnudan prejuicios.
Si esta fuera la ocasión, quizás alguno de los dolientes hablaría de la vez aquella en que un militar de carrera se burló de Belgrano por la “voz aflautada” con que el improvisado General daba voces de mando de manera “tan poco viril” a la tropa; otro haría referencia a su estatura que lo dejaba a “más de una cabeza” de San Martín y alguien contaría de sus amores e hijos ilegítimos en distintos lares. Aparecerían relatos sobre la creación de la Bandera a la vera del río Paraná; del valor demostrado en las victorias y en las derrotas; de su cariño constante por los “indios”, de su falta de “sentido común” para la especulación política, de su salud enclenque, de la enfermedad innombrable que lo llevó al delirio y a la muerte.
Probablemente hoy, la insistente preocupación en descalificar los rumores sobre su “supuesta homosexualidad” y “carácter débil” demostraría para algunos, una vez más, que existe un solo modo de ser varón, militar, héroe y patriota. Para otros y otras, el rumor sería, precisamente, una oportunidad para discutir sobre la razón por la que el género y la elección sexual debería ser “naturalmente” motivo para la descalificación y el ocultamiento.
Peleando de a ratos sobre la verdad y la mentira de las anécdotas que se cuenten -a pesar de eso y con todo eso- los fragmentarios restos mortales de Don Manuel estarían ahora mucho más acompañados en su marmórea mortaja del Convento de Santo Domingo; donde hoy yacen huérfanos de la mirada de los indiferentes transeúntes en la ciudad portuaria que, insistentemente, le diera la espalda durante gran parte de su vida.
Prof. Jorge Alberto Perea
Cátedras Teoría de la Historia y Antropología
Director del Departamento Historia de la Facultad de Humanidades, UNCA