En los últimos años se han incrementado notablemente las políticas, los proyectos y las experiencias educativas que incorporan Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Así, en la actualidad, la presencia de estas tecnologías digitales e interactivas en la sociedad, en general, y en el sistema educativo, en particular, es un dato innegable (Dussel & Quevedo, 2010). De hecho, la enseñanza y el aprendizaje con incorporación de tecnologías se han resignificado y han cobrado particular importancia. Esto ha planteado el desafío de repensar el sentido y el alcance de la educación, de los escenarios de las prácticas educativas, y de los modos de enseñar y de aprender. Así, frente a la incorporación de tecnologías al campo educativo, se han articulado tres posiciones fundamentales: una optimista, otra pesimista y, finalmente, una postura reflexiva y crítica (Burbules & Callister, 2008; Lion, 1995; Peláez Cardenas et al, 2006).
Desde una postura optimista, se conciben las tecnologías digitales como panacea suponiendo que por sí mismas darán lugar a procesos de enseñanza y aprendizaje enriquecidos, que combinarán el trabajo grupal y colaborativo con un tipo de aprendizaje autónomo y con altos niveles de motivación. Se propiciará así un clima cooperativo y democrático en el cual se resignificarán los roles de docente y estudiante haciendo posible un papel más activo para los alumnos. Lion (1995) llama a esta posición “postura integrada” y la caracteriza como la convicción de que el solo hecho de incorporar TIC cuenta ya como una innovación.
Desde una postura pesimista, por el contrario, se pronostica que el uso de tecnologías generará diferentes problemas en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Por el lado de los docentes, se considera que, en la medida en que tienen serias dificultades para emplear las tecnologías digitales, manifestarán resistencias para integrarlas a las prácticas de enseñanza. Por el lado de los estudiantes, se postula que las tecnologías generarán el deterioro de algunas capacidades y habilidades fundamentales como la memoria, la lectura y la comprensión textual. Desde esta postura, a la que Lion (1995) califica como “apocalíptica”, se asume que el avance de la tecnología empobrece los procesos de pensamiento y que la tecnología en sí funciona como elemento de control y dominación que promueve un mundo globalizado habilitado solo para quienes tengan total acceso tecnológico.
Desde una postura reflexiva, se asume que la tecnología es uno de los componentes comprometidos en la compleja trama de los procesos de enseñanza y aprendizaje, y que, por lo tanto, no se puede asumir que vaya a empobrecer u optimizar los sistemas educativos. Así, autores como Burbules y Callister (2008) plantean que, en el debate acerca de las nuevas tecnologías en educación, una posición responsable consiste en respetar y equilibrar los respectivos aspectos positivos y negativos.
En el marco de la presente propuesta, nos alineamos con la tercera postura, pero consideramos fundamental conocer las particularidades de las otras dos posiciones en tanto ambas imprimen sus orientaciones a diferentes políticas y propuestas educativas. Por ello, es importante que los estudiantes sean capaces no solo de reconocer cualquiera de estos enfoques en el análisis y la evaluación de políticas, propuestas o experiencias educativas, sino también de establecer a conciencia un enfoque específico al momento en que ellos mismos sean los encargados de diseñar e implementar intervenciones que incorporen TIC.
En estrecha relación con las observaciones anteriores, asumimos que, como demuestra la historia de la introducción de las tecnologías en la educación, la mera existencia de una posibilidad tecnológica no es suficiente para que su utilización educativa se generalice y menos aún para que se genere una reflexión (o, incluso, un cambio) en torno a los procesos de enseñanza y aprendizaje (Cuban, 2001). Por ello, en la actualidad, en el marco del surgimiento y la proliferación de las tecnologías digitales e interactivas, proponemos pensar las posibilidades tecnológicas acorde con los requerimientos culturales que genera el contexto. Concebimos, entonces, tecnología y educación como conceptos interdependientes, constitutivos de lo humano y lo cultural. Y, desde esta postura, consideramos que las TIC nos enfrentan al desafío de crear entornos que propicien el desarrollo de individuos con la capacidad de usar los recursos tecnológicos para su propio y continuado crecimiento intelectual, pero también, y lo que es más importante, individuos comprometidos con su aprendizaje (Giraldo Ramírez, 2006).
Partiendo de estos supuestos, la Diplomatura universitaria en Prácticas de Enseñanza y Tecnologías Digitales propone un primer acercamiento al campo de convergencia entre las tecnologías, particularmente las tecnologías digitales, y la educación. Asumimos que, en el actual contexto tecnológico, un educador, independientemente de su papel y responsabilidad en el sistema educativo, requiere comprender, entre otros aspectos, las particularidades de las TIC y los problemas y desafíos que generan en el campo educativo. Entre otras cuestiones, será necesario que reconozca las maneras de producir la enseñanza, el aprendizaje y la relación pedagógica, así como los recursos de aprendizaje que promueven este tipo de tecnologías.
Paralelamente, creemos que, aun considerando que los posibles cursantes manejan tecnologías habitualmente, esto no permite suponer que realizan un uso crítico y reflexivo. En este sentido, apostamos a brindar alfabetización digital (Buckingham, 2008a, 2008b) contemplando tanto formación en habilidades técnicas y funcionales, como en aquellas que permitan un análisis crítico y reflexivo de las propias tecnologías digitales. Este tipo de análisis supone considerar las tecnologías no solo desde el punto de vista técnico e instrumental, sino también desde las dimensiones políticas, económicas, sociales y culturales que les dan sentido. Es este enfoque el punto de partida de un recorrido orientado a promover la reflexión sobre la incorporación de TIC en el campo educativo.
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